lunes, 12 de agosto de 2013

DEPORTE FEMENINO: LAS CAMPEONAS ESPAÑOLAS.



          Nunca, hasta hoy, había escrito un artículo relativo al deporte. No es que no me guste, ni que tampoco lo practique, simplemente, considero que, dada la existencia de dos periódicos españoles de gran tirada – de hecho los que más ejemplares venden en este país – de diversas radios y televisiones especializadas en temas deportivos, y la cobertura que los noticiarios suelen dar a estos eventos, casi un tercio, cuando no más, de su duración, sobran los comentarios por especialistas y pseudos-especialistas como para que una ciudadana normal añada más letra a lo ya existente.

            Sin embargo, hoy rompo esta tendencia para hacer dos reivindicaciones fruto de mi indignación ante el inadmisible tratamiento discriminatorio que se da en la cobertura de los eventos deportivos, tanto por el exceso de información sobre el fútbol en detrimento del resto de los deportes, como por la casi exclusividad del “deporte masculino” frente al femenino.

            Que el fútbol es el deporte “estrella” que no rey, porque, no hay deportes destacados, ni mejores ni peores que otros, sólo deportes, no cabe duda. Que la relevancia que se le da, además de obsesiva y agobiante, aburre hasta resultar insoportable, es un hecho que sufrimos aquellos que no lo seguimos, bastantes más personas de lo que se cree. Que la cobertura que se le da está en consonancia con las grandes e insultantes sumas que se manejan, que no se corresponde en absoluto con lo que se entiende por “espíritu deportivo”, mucho menos, en los difíciles tiempos que vivimos, en los que las necesidades son tantas y el reparto debería de realizarse de manera más equitativa es una obviedad. Y que la gran sombra que el fútbol proyecta sobre el resto de las especialidades detrae a un gran número de potenciales deportistas, una vergüenza para una sociedad que debiera potenciar y valorar la diversidad.

            La participación de la selección española de fútbol en el torneo de la Copa Confederaciones y su llegada a la final contra Brasil hace unas semanas acaparó minutos y más minutos de retransmisión televisiva y radiofónica, así como páginas y más páginas de información. Sin embargo, ese mismo día, apenas cuatro horas antes, una selección, también española, participaba en una final no menos emocionante e importante: la Europea de Baloncesto femenino. Con graves dificultades económicas por la falta de apoyos que tienen sus compañeros masculinos y los profesionales de otros deportes, sobre todo, del fútbol, sin casi cobertura mediática, las baloncestistas españolas lograron hacerse con la copa europea, un logro que quedó totalmente eclipsado por el “fracaso” de la selección española de fútbol.

            Por si esto fuera poco, en los campeonatos mundiales de natación 2013, celebrados en Barcelona, todas, absolutamente, todas las medallas las han obtenido las mujeres, incluido el fantástico equipo de Waterpolo femenino, - no nos olvidemos, por cierto, que fueron plata en las Olimpiadas de Londres 2012 -, ejemplo de trabajo conjunto como el de las chicas de la natación sincronizada.

            El deporte femenino se encuentra lastrado por una concepción absolutamente machista del ejercicio físico. Se argumenta que la poca participación de las mujeres en los deportes y su escaso seguimiento hacen que su promoción, financiación y difusión no sea rentable. Pero, se obvia mencionar que durante décadas se impedía la práctica del deporte femenino más allá de los centros educativos y que, hasta las Olimpiadas de Barcelona de 1992 no tuvimos ninguna representante en esta cita internacional. No es que las mujeres no quisieran participar es que no se las dejó y aquellas valientes que lo intentaron tuvieron que hacerlo sin apoyo, sin medios y sin repercusión.

Actualmente, las deportistas federadas suponen un 20% del total, muy lejos de la igualdad deseada. Cabe preguntarse si ello se debe a la falta de interés de las mujeres o a la falta de apoyos, medios e infraestructuras. Obviamente, se debe a lo segundo. En cuanto se destinan fondos y se facilitan instalaciones el talento aflora, así se demuestra con dos tenistas que llegaron a ser “número uno del mundo”, Arantxa Sánchez-Vicario y Conchita Martínez, con las campeonas “olímpicas” en natación sincronizada, en gimnasia rítmica, en vela, en atletismo. Pese a ello, el deporte femenino sigue marginado.

En estos tiempos en los que la obesidad infantil y de adolescentes va en aumento, en el que la crisis económica agobia a las familias, necesitamos estímulos positivos como el que aporta el ejemplo de esfuerzo, superación y logro de los deportistas en general – y no de los futbolistas en particular como siempre sucede –. La llegada a las grandes competiciones internacionales en condiciones de gran exigencia y la obtención de premios debería promocionarse mucho más, tanto para los niños como para las niñas. Porque, por fortuna, hay mucha más vida y mucho más deporte, tanto femenino como masculino, y mucho más satisfactorio incluso, que el fútbol.


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