viernes, 12 de abril de 2013


LA POLÍTICA O EL TEATRO DE LO ABSURDO.

Resulta inevitable hacer referencia a lo acontecido esta semana aunque, el tedio por lo descorazonadores que son los acontecimientos, imponga cierta reluctancia a la conversación. Así que, cuando mi amiga comentó que lo sucedido no era más que una representación teatral, tardé unos segundos en reaccionar porque mi cerebro voló a más de dos mil años atrás, a una época en la que los atenienses (varones, libres y mayores de 20 años, claro,) se presentaban en un foro abierto y expresaban su opinión con la máxima elocuencia y, supongo, con gran gestualidad para convencer a sus oyentes. Volé a la Roma republicana y, me imaginé sentada en uno de los fríos bancos de mármol de Carrara, escuchando con atención la arenga del senador en uso de la palabra, máximo representante de la civilización y la cultura de su tiempo, observando, quizás con escepticismo, quizás con fascinación, la expresión de su rostro, el movimiento de sus manos, sus pasos hacia uno y otro lado en un intento por acercarse a los indecisos y convencerles con la mirada. Mi mente obvió los tiempos oscuros de la Edad Media para ocupar un escaño en el parlamento británico digamos, a mediados del siglo XIX, y asistir, muy probablemente con tedio, el vacuo relatorio de un “lord” que buscaba aglutinar apoyos para acceder a un puesto en el gobierno.

domingo, 7 de abril de 2013


LA ESTAFA NACIONAL (I).



Habiendo trabajado durante una década bajo la dirección de un empresario con formación de economista acabé por convencerme de que para desempeñar su función sólo hacía falta tener una gran imaginación. Verle elaborar presupuestos era como presenciar la plasmación, en una moderna hoja excel, del tradicional cuento de la lechera, ya saben, ese que nos advierte sobre las grandes expectativas creadas a base de sueños aún no realizados. Sobre el precio de la materia prima adquirida al productor primario, le aplicaba el coste de transporte, de la mano de obra, de los intereses bancarios para el pago aplazado (una trampa mortal para las empresas auspiciada por la legislación estatal) y, claro está, el margen de beneficio y, todo ello, a expensas de la aprobación por el potencial cliente.