lunes, 22 de abril de 2013


SIN ACNUR, LOS SIRIOS A LA DERIVA.


Fue una de tantas historias contadas con voz queda y gesto comedido, intentando ocultar la emoción del recuerdo para no empañar el relato. El pequeño de tres años caminaba sin rumbo en la oscuridad, hipando y tiritando de frío. Estaba sólo, indefenso y era imposible no acercarse a él, cogerlo en brazos e intentar consolarlo. Había perdido a su familia en medio de los cientos de de miles de personas que avanzaban por las montañas nevadas en busca de un refugio al otro lado de la frontera. Aterrado y en estado de shock no recordaba ni su nombre. Tuvo suerte, un joven lo vio, lo recogió y lo cuidó hasta que, meses después, logró encontrar a su familia. Decenas de miles de niños, ancianos y enfermos incapaces de avanzar se dejaron caer en las cunetas, desamparados en la noche, a la intemperie, sin mantas y sin comida.