domingo, 30 de junio de 2013



BRASIL Y TURQUÍA EN LAS CALLES.

Buscar puntos comunes entre las manifestaciones que tienen lugar en Brasil y en Turquía no parece un análisis muy habitual. Comparar los antecedentes y las circunstancias conlleva un acercamiento que muchos analistas rechazan, obviamente, de manera interesada, porque resta importancia a las “especificidades” de cada uno. Puede que los diferentes entornos hagan pensar que los movimientos son muy diferentes pero, la realidad es que, a pesar de producirse en continentes muy distintos y distantes entre sí, en poblaciones con una cultura y una historia sin nada en común, y con una diferencia temporal, son más las coincidencias que las divergencias, sobre todo, porque es el descontento de la sociedad civil con el funcionamiento de las instituciones políticas y, fundamentalmente, el hastío con la corrupción y la sensación de ser “dirigidos” contra su voluntad y, en función de intereses espurios lo que ha hecho salir a brasileños y turcos a las calles. 

Las manifestaciones sociales no suelen ser fenómenos espontáneos surgidos de la nada. Para estos masivos movimientos de población siempre hay un catalizador. En el caso turco fue la inminente destrucción del Parque Gezi, al lado de la emblemática Plaza Taksim de Estambul, en el caso brasileño, la subida del precio de los transportes públicos. En el primero, fue la imposición dictatorial de una decisión política la que airó a la población porque, detrás de ella se encontraba, la voluntad del gobierno islamista de erradicar un foco de libertad, mientras que en el segundo, fue la percepción de que, frente al despilfarro en obras faraónicas para la construcción de centros deportivos se agravaba la penuria económica de la parte de la población más desfavorecida.