sábado, 7 de diciembre de 2013

LA ESCLAVITUD MODERNA.

Se acercó a mí con pasos temblorosos sujetando la bandeja como si le fuera la vida en ello. Con la cabeza gacha y sin apartar la vista del vaso con el preciado zumo de naranja se esforzaba por avanzar sin tropezar mientras, su compañera, veterana en estas lides, no hacía sino darle indicaciones verbales de cómo cumplir con su tarea. La joven, aturdida por las incesantes instrucciones, consciente de la mirada inquisitiva de su jefa y atemorizada por el número de invitados que ocupaban la terraza trastabilló, un par de metros delante de mí. Por fortuna, el brillante líquido naranja no me alcanzó aunque dejó un pequeño charco sobre el suelo de baldosa.