sábado, 15 de noviembre de 2014

TIEMPOS OSCUROS EN MESOPOTAMIA.

Con ocasión del X Curso de Primavera organizado, en Lugo, por la Facultad de Humanidades de la Universidad de Santiago de Compostela, en el que tuve el honor y el placer de participar impartiendo una conferencia, pude constatar la relatividad que tienen la mayoría de los conceptos que se usan y que uso cuando escribo un artículo de opinión. Una relatividad que no desmerece, en absoluto su fondo, puesto que sirve para reforzar la idea que se quiere exponer pero que, en ocasiones, acaba por crear estereotipos susceptibles de ser cuestionados.

Después de la jornada de trabajo, algunos conferenciantes y el organizador del evento, participamos en un animado debate a favor y en contra de la negativa consideración que se tiene de la Edad Media. Obviamente, los expertos en esta época histórica atacaron con pasión la errónea visión que tenemos los especialistas de tiempos más contemporáneos.
Confieso que, a punto estuvieron de convencerme pero, al final, a pesar de los tiempos difíciles que vivimos y de los que nos antecedieron, con todos los terribles acontecimientos que marcaron los siglos XIX y XX, creo que la humanidad vive muchísimo mejor ahora, que en aquellos momentos en los que la ignorancia de las clases más pobres, el fanatismo de los religiosos y la superstición de la mayoría permitieron la persecución enconada de las mujeres librepensadoras a las que calificaron de brujas, a los que discrepaban de los dogmas religiosos establecidos o los que se negaban a vivir sometidos a la esclavitud feudal. Tiempos en los que las ordalías de Dios y los autos de fe permitían someter a torturas terribles a personas sospechosas de no seguir la ortodoxia o, a las que, simplemente, se las quería despojar de sus posesiones. Tiempos en los que epidemias como la peste negra diezmaron a la población como consecuencia de la falta de higiene y la mala alimentación. Tiempos, en definitiva, en que imperaba la ley del más fuerte.

Quizás la mala fama que tiene la Edad Medieval sea inmerecida. Y que ésta sea  el producto de una serie de circunstancias y acontecimientos desafortunados, un paso imprescindible tras la caída del referente político, cultural, humanístico y social de siglos como había sido el Imperio Romano. Pero, en cualquier caso, es innegable que, durante ella, la superstición, el temor a una Iglesia corrupta y hambrienta de poder, el poco o nulo valor que se daba a la vida humana y la ignorancia, propiciaron grandes y graves injusticias.
Por ello, no puedo sino encontrar bastante acertado describir como edad medieval lo que el autodenominado ESTADO ISLÁMICO quiere imponer en el territorio que ha capturado mediante engaños, mentiras y sobornos, con una retorcida interpretación de los preceptos religiosos, utilizando una brutalidad sin parangón con los enemigos y aquellos que rechazan unirse a sus filas, etc.
Y es que, no cabe duda de que son tiempos muy oscuros para la población que se ha quedado atrapada bajo el yugo de los fanáticos, ignorantes y brutales yihadistas quienes, víctimas de una borrachera de sangre y fuego han creído que con el uso de la violencia más extrema e inculcando el miedo en todos aquellos que no le siguen fielmente, serán capaces de extender su negra peste por todo Oriente Próximo y adueñarse del mundo.
Personajes como Ibrahim Awad al Samarrai, al que sin duda, pocos conocen por éste, su nombre verdadero, sino por el que él mismo, en un ejercicio de megalomanía, se ha otorgado, ABU BAKR AL BAGHDADI, siguen anclados en una interpretación medieval de la religión y el poder.
Minarete de Al Malwiya en Samarra.
Al Samarrai, como su apellido indica, nació en la ciudad de Samarra, en 1971[1]. Seguramente tuvo una vida limitada, siendo un niño sunnita en una ciudad de mayoría chiíta. Probablemente su única opción para acceder a una educación superior fue a través de la religión y, gracias a ella parece ser que obtuvo un doctorado en estudios islámicos aunque, algunas fuentes, indican que sólo era un clérigo. En cualquier caso, un experto en religión y su manipulación.
Al Samarrai es hijo de la era Saddam, por lo tanto, creció en un ambiente donde sólo pudo empaparse de la omnipresencia del líder y su brutalidad. Vivió la guerra de Iraq e Irán de 1980 a 1988, la guerra del Golfo de 1991 y la posterior invasión internacional de 2003. Sería, con ésta última y tras su detención durante cuatro años en Camp Bucca lo que acabaría por radicalizarle y hacerle formar parte de la insurgencia. Una insurgencia que aprovechó el desmantelamiento de las fuerzas de seguridad iraquíes para permeabilizar el país con toda suerte de terroristas y radicales quienes jamás habrían soñado con entrar allí en vida de Saddam. Terroristas y radicales que mantuvieron la inestabilidad del país mientras se enriquecían con el contrabando y otras actividades ilegales.
Pero, esto no le bastaba a Al Samarrai quien aspiraba a hacer algo más grande y trascendental. Así que, tras el intento fallido de alianza con el grupo radical de Al Nusra en Siria y su desobediencia al heredero de bin Laden, Zawahiri, se cambió el nombre por el del primer califa tras Mahoma, es decir Al Bakr, y adoptó el patronímico de Baghdad, para lanzarse a la captura del tercio norte de Iraq y el sector occidental de Siria en connivencia con otros grupos terroristas y con la ayuda de los ex miembros del ejército de Saddam y las tribus sunnitas menospreciadas por el gobierno chiíta de Baghdad.
Awad al Samarrai, alias
Abu Bakr al Baghdadi.
Por fortuna, y a pesar de la precariedad de medios y la escasa ayuda internacional, las tropas de resistencia kurda YPG con el apoyo de los guerrilleros del PKK, de los peshmergas y la oposición siria, le han parado los pies. No me cabe duda que al Samarrai tiene los días contados, tampoco me cabe duda que antes de morir y de que su proyecto sangriento desaparezca se llevará por delante a miles de inocentes. ¿Se podría haber evitado? Casi seguro. Ahora, eso no tiene arreglo, sólo cabe seguir luchando para acabar con los tiempos oscuros que su régimen medieval ha intentado imponer sobre Mesopotamia.
Confío en que mis contertulios defensores de la Edad Media y cualquier medievalista que tenga a bien leer esta columna sepan excusar la licencia que me he permitido empleando el término medieval.




[1] Samarra es una ciudad ubicada a unos 125 Km al norte de Baghdad, conocida por el enorme minarete de su mezquita al Askari, denominado popularmente como Malwiya.

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