Otro vendrá que bueno te hará.
Eso es lo que deben de estar pensando los millones de
iraquíes que asisten, estupefactos, al lamentable espectáculo de un ejército, equipado
con las armas, vehículos y tecnología más moderna que el dinero puede comprar,
huyendo del frente y dejando atrás el mejor botín de guerra posible para los
terroristas que han decidido hacer una excursión por Iraq. En Mosul, 30.000
soldados perfectamente equipados desertaron ante el ataque de 800 facinerosos.
Nunca en la historia de los enfrentamientos militares, tomar una ciudad de más
de dos millones de habitantes, ha sido tan fácil. A esta deserción cobarde,
propia de una tropa indisciplinada y nada motivada, los políticos la han
denominado “retirada táctica”. Frente a este desastre, que el incompetente y nefasto
Primer Ministro electo, Al Maliki, ha sido incapaz de frenar, nos bombardean las
imágenes de cientos, miles de hombres desorganizados, agolpándose delante de
las puertas de unos autobuses que, supuestamente, les llevarán a los
campamentos militares donde, de la noche a la mañana, les transformarán en
valientes y aguerridos soldados para defender los lugares santos de Nayef y
Kerbala y, después, si tienen ganas Baghdad, la capital. Son las brigadas
chiítas.