Es opinión común que Egipto desde la época de los faraones siempre ha vivido bajo el yugo
de los militares. Un yugo que, en ocasiones
le alzó a la cima del esplendor y, otras lo sumió en el caos de la división y
la rebelión pero, siempre le ha impedido disfrutar de la libertad. Así, en una
especie de bucle perverso, el país que encabezó los procesos independentistas
del siglo pasado de la mano del que, es considerado, el líder de la causa
panárabe, Gamal Abdul Nasser, - quien
nacionalizó el canal del Suez, símbolo del colonialismo occidental y se sumó a
la formación de la República Árabe Unida con la unión de Egipto, Siria e Iraq -,
ha acabado siendo el ejemplo de la decadencia que conlleva la perpetuación en
el gobierno, el nepotismo, la corrupción y el totalitarismo.