¿Merece la paz un premio o es la
paz, en sí, el mayor de los premios? ¿Debe premiarse a aquellos que luchan por
lograr la paz o sólo debe premiarse a los que la logran? ¿Por qué unos son más
dignos de reconocimiento en sus esfuerzos por mejorar este mundo que otros?
Estas son algunas de las preguntas que me llevo planteando desde que leí el comentario
que un amigo hizo en una red social sobre si Juan Miguel Santos, el
presidente de la República de Colombia, era el mejor candidato de este año
a llevarse el Nobel de la Paz.